El transitar de la docencia tiene tanta luz como oscuridad: depende de nosotros con qué claridad queremos enfocar.En todas las épocas las transformaciones sociales, ideológicas y culturales están expuestas, la actual no tiene porqué ser la excepción; sin embargo, lo que sí hace la diferencia entre una y otra es el papel y la actitud que asumamos ante ella.
El rol que juega hoy por hoy la educación es el resultado de un compromiso adquirido, quizás de una manera consciente o circunstancial, de convertirse en un medio que no sólo transmita conocimientos o forme hábitos, sino que nutra lo suficiente a todos los involucrados en el proceso educativo.
Por otro lado, preocupa la diversidad de jerarquías valorativas, esto es, en épocas anteriores no era tan difícil determinar qué era inconveniente o conveniente, justo o injusto, normal o anormal; además, los referentes específicos a seguir formaban parte de nuestra familia, de nuestro grupo de amigos y, por ende, de nuestra escuela; actualmente, las formas de vida ofrecen como única opción, los referentes que se adquieren a través del contacto con Internet, medios de comunicación, lo que origina confusión en el momento de jerarquizar valores.
Por lo tanto, es claro el papel que tiene ahora la educación: ser el medio que equilibre los avances científicos y la esencia de lo humano, promoviendo así, individuos íntegros conscientes de su trascendencia y, por lo tanto, responsables con las nuevas generaciones.
Pero para ello, es indispensable contar con profesionales de la educación que sean gestores de este nuevo perfil de cambio, que sean capaces de definir sus objetivos, así como la forma de llegar a ellos; que sean referentes congruentes con el ser y el pensar, pero, sobre todo, sembradores de esperanza.
El poder alimentar esa esperanza para poder cumplir sueños, destinos, realidades a nuestros alumnos y por ende, a la sociedad toda, es una responsabilidad que con mucho ímpetu se debe tomar. En mi caso, el contribuir con un sueño para completar una trayectoria escolar sin importar la edad fue en un comienzo una gran responsabilidad que luego se fue entrelazando en la sensibilidad de todos. Un desafío inigualable que alegró mi corazón.
Este esw mi relato
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