Yo soy el otro
Gloria Ginevra
Entré a la sala de profesores y encontré a
tres colegas hablando en voz baja. Saludé con el acostumbrado “buenos días” pero
ignoraron mi saludo no por antipáticos sino porque ni siquiera se percataron de
mi presencia. Abrí el libro de temas, pensé en la unidad a cubrir y comencé la
rutina de completar ese libro que, en esta oportunidad no tenía ningún
recordatorio de la secretaria académica. Cuando llegué a la sección de la
firma, mis colegas se dieron vuelta y sin mediar más palabra me dijeron: ¿Te
enteraste de las novedades? Me corrió un escalofrío y me dispuse a escuchar…
Entré al aula y percibí el mismo ambiente
enrarecido de la sala de profesores. Todos los estudiantes, los mismos que
siempre me esperaban con actitud expectante, se encontraban cuchicheando y al
verme entrar, se codearon y dispusieron en sus lugares, con la mirada baja. Sabían
que yo sabía, sabían de mi enojo, de mi molestia ante lo ocurrido…Sin mediar
una palabra, escribí en la pizarra, lo más grande que pude y teniendo en claro
que el sector más alto de la pizarra estaba vedado a mi metro cincuenta la
palabra HETEROGENEIDAD. Los chicos quedaron absortos mirando la pizarra primero
porque la palabra estaba escrita en español, yo doy mis clases en inglés y por
otro lado, porque no era parte de la agenda de la unidad que estábamos
cubriendo.
Fue una clase movilizadora para todos,
incluso para mí porque se desataron en mi memoria los momentos en los que yo
también había las sido víctima de alguna forma de bullying o acoso. Creo que
nadie salió de esa clase sin por lo menos haber reflexionado sobre sí mismo,
sobre la mirada del otro, sobre la importancia que le asignamos a esa mirada, sobre
los modelos que seguimos. Fue una clase no planificada, pero tal vez, la clase
que mejor recuerdo de mis años de docencia.
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