Residencia
Las nubes están al alcance de la mano. Será porque es la zona más alta de la ciudad y desde aquí las cosas parecen más cercanas o lejanas. En la puerta de la escuela Mónica me espera con una sonrisa de maestra nueva; admito que todo lo que hace Mónica me produce una mezcla de ternura y gracia. Mira todo con ojos buenos, hasta las cosas más nefastas. Los alumnos están bastante entusiasmados con las propuestas que hablamos la clase anterior: comenzar la producción escrita, la cual consistirá en la creación de un afiche con una frase referida a los temas que se trata en la obra “El Principito, de Antoin Saint de Exupéry, las que formarán parte del decorado de la escuela por la celebración de la semana del estudiante. Grupo de chicos, afiches desparramados y olor a pintura forma parte del buen clima que compartimos todos, diferente al viento frío que azota la jarilla del pedemonte mendocino.
El tiempo de exámenes es complicado, sobre todo si los chicos no han estudiado. Me divierte ver cuántos se enferman en un abrir y cerrar de ojos, otros se complotan para copiarse y una minoría acepta su falta y devuelve la evaluación sin una manchita de tinta.
Suena la sirena de emergencia en medio de la clase. En la puerta aparece el preceptor, el escuadrón de bomberos, la policía y los directivos del establecimiento anunciando desalojar la escuela.
La cancha de básquet parece un hormiguero: cientos de camperas rojas se amuchan para combatir el frío que bajó después de un día de viento zonda.
¡La clase anterior fue terrible! En medio de una exposición audivisual, entró una oleada de viento caliente y polvoroso por los ventanales del curso, trayendo consigo un olor asqueroso a caca de cabra proveniente de un puesto de animales, o quizás es la podredumbre que se acumula en los habitáculos de los animales del zoológico, ambos muy cercanos a la escuela. La imagen es impactante, ya que contrapone un espacio al pie del monte, chañares, jarilla y piedras, lejos de la ciudad; y la elite de alumnos que concurre a los colegios dependientes de la Universidad.
Narices frías, y uno que otro punto colorado se pierde de vez en cuando tras un montículo de tierra e intentan aliviar el deseo de evacuar, invadidos por la premura y el clima.
Dos horas a la intemperie nos recuerda que en este camino docente debemos tener en cuenta muchos factores a la hora de transmitir el conocimiento: lo afectivo, lo cognitivo, lo contextual y sobre todo las fechas de exámenes; propicias para las amenazas de bomba.
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